III _ del libro: España, Aparta de mí este cáliz (1937) _ César Vallejo

Publicado: 29 abril, 2010 en Libros

Solía escribir con
su dedo grande en el aire:


«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas»,


de Miranda de Ebro, padre y hombre,


marido y hombre, ferroviario y hombre,


padre y más hombre. Pedro y sus dos muertes.




Papel de viento, lo han matado: ¡pasa!


Pluma de carne, lo han matado: ¡pasa!


¡Abisa a todos compañeros pronto!




Palo en el que han colgado su madero,


lo han matado;


¡lo han matado al pie de su dedo grande!


¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!




¡Viban los compañeros


a la cabecera de su aire escrito!


¡Viban con esta b del buitre en las entrañas


de Pedro


y de Rojas, del héroe y del mártir!


Registrándole, muerto, sorprendiéronle


en su cuerpo un gran cuerpo, para


el alma del mundo,


y en la chaqueta una cuchara muerta.




Pedro también solía comer


entre las criaturas de su carne, asear, pintar


la mesa y vivir dulcemente


en representación de todo el mundo.


Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,


despierto o bien cuando dormía, siempre,


cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.


¡Abisa a todos compañeros pronto!


¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!




Lo han matado, obligándole a morir


a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquel


que nació muy niñín, mirando al cielo,


y que luego creció, se puso rojo


y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus
pedazos.




Lo han matado suavemente


entre el cabello de su mujer, la Juana Vázquez,


a la hora del fuego, al año del balazo


y cuando andaba cerca ya de todo.




Pedro Rojas, así, después de muerto


se levantó, besó su catafalco ensangrentado,


lloró por España


y volvió a escribir con el dedo en el aire:


«¡Viban los compañeros! Pedro Rojas».




Su cadáver estaba lleno de mundo.



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